sábado, 18 de diciembre de 2010

Recuerdos de infancia en el Sans Souci

La lectura de este blog, me ha remontado en el recuerdo, a la infancia y la primera niñez: en la quinta de San Fernando vivíamos mis tres hermanos varones y nuestros padres, Salvador Horacio Socas e Isabel María Mercedes de Alvear, junto con nuestros tíos y primos Robirosa Alvear y Ocampo Alvear y nuestro tío Carlos María de Alvear, mi padrino, por entonces soltero.
Recuerdo muy bien el estupendo jardín de invierno, las grandes bibliotecas que decoraban los ambientes principales en las que, una infidencia, los libros de los estantes inferiores eran reales, pero los de los superiores eran sólo lomos ficticios colocados a efectos decorativos. No olvido que al pie del gran balcón al este, había al menos dos grandes  fuentes en las que pululaban peces de colores, en su mayoría colorados que me entretenían largo rato mirándolos (nunca intenté pescarlos).  Evoco la gran cochera de ingreso por la calle transversal, con lugar para varios vehículos, construida en el mismo estilo de la casa principal y la espectacular reja que rodeaba a todo el enorme terreno de la quinta. 
No me acuerdo si fue por entonces, o más tarde, que “tío Carlitos” tenía en los terrenos bajos de la quinta hacia el río de La Plata un importante vivero de flores con propósito comercial.
Años más tarde, con mi primo Emilio Ocampo, íbamos a visitar  a nuestro “tío Diego”, tío abuelo en verdad, último residente de la familia en la quinta; solíamos entrar por la cochera que estaba bastante distante de la casa, y en ocasiones tío Diego se nos aparecía envuelto en una capa negra que nos causaba onda impresión. Pero luego tratando con él, era una persona muy agradable y que, aún con su vida aislada sabía todo lo que pasaba en el mundo. Recuerdo que tenía una piel muy blanca y un trato absolutamente cálido. Como nota llamativa,  una aparente excentricidad: tenía en el sector de acceso a las habitaciones una cantidad de baúles, los que a su muerte demostraron estar llenos de ropa de todo tipo y mucha calidad, que terminó siendo repartida entre todos sus sobrinos nietos.
También venían amigos de nuestros primos Ocampo a jugar en los jardines. En fin, un grato recuerdo de tiempos idos junto a una gran familia.
                                    Carlos María Socas Alvear, jueves, 16 de diciembre de 2010

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